El segundo día del juicio contra el magnate musical Sean “Diddy” Combs por acusaciones de crimen organizado y tráfico sexual tuvo un testimonio central: el de su ex pareja, la cantante Cassandra “Cassie” Ventura.
Con voz firme, Ventura describió ante el tribunal de Manhattan un patrón de años de abuso físico, emocional y un control asfixiante que Combs ejerció sobre su vida. Según su relato, la dinámica de su relación se caracterizó por una escalada de dominio, donde los actos de control se intensificaban en violencia, desatados incluso por las más mínimas ofensas, acumulándose en una cantidad que ella misma describió como “demasiados para contarlos”.
Un episodio particularmente escalofriante que Ventura compartió involucró un incidente en un club de Los Ángeles. A su llegada, un miembro del equipo de seguridad de Combs le entregó un arma de fuego cargada. A pesar de mantenerla en su bolso, la cantante, quien admitió estar bajo la influencia de sustancias en ese momento, vivió instantes de “pánico” ante la latente posibilidad de un disparo accidental. Interpretó este hecho como una táctica más en el arsenal de intimidación que el rapero empleaba.
El testimonio de Ventura también se adentró en la perturbadora dinámica de las llamadas “freak offs”, maratones sexuales elaboradas que Combs supuestamente orquestaba con la participación de trabajadores sexuales masculinos. La primera vez que fue invitada a una de estas fiestas, según su declaración, tenía apenas 22 años. Estos encuentros, que parecían alimentar una obsesión por el voyeurismo en Combs, eran facilitados por el consumo de drogas y meticulosamente dirigidos por él, quien, según Ventura, “controlaba toda la situación… era su fantasía”.
La influencia de Combs se extendía incluso a la apariencia física de Ventura. Ella testificó que él dictaba hasta el más mínimo detalle de cómo debía lucir para estas “freak offs”, incluyendo el color de sus uñas (blanco o estilo francés) y la necesidad de mantener un bronceado constante y una figura esbelta. Incluso mencionó conversaciones sobre la posibilidad de implantes mamarios. “La apariencia era muy importante para él… mi apariencia”, enfatizó Ventura ante el jurado.
Con una franqueza dolorosa, Ventura, ahora de 38 años, admitió haber soportado exigencias sexuales que a menudo le resultaban “repugnantes” debido a su enamoramiento de Combs, a quien conoció en 2005, cuando ella era una joven “sexualmente inexperta”. Recordó la confusión y el malestar que sintió la primera vez que el rapero le propuso un acto sexual voyeurista con otro hombre, pero experimentó un alivio al percibir la felicidad de su pareja, lo que la llevó a sentirse obligada a aceptar futuros encuentros similares.
Su testimonio se tornó aún más gráfico al describir actos sexuales en los que Combs orinaba sobre ella y, simultáneamente, ordenaba al trabajador sexual presente que hiciera lo mismo, calificando estas experiencias de profundamente “humillantes”. Ventura afirmó que permanecía drogada y con malestar físico “casi todo el tiempo”, y que, ante episodios de vómito o náuseas, Combs la instaba a “levantarse y continuar”.
Con el tiempo, la organización de estas “freak offs” se convirtió en una tarea más dentro de la dinámica de su relación. Combs le ordenaba reclutar a otros trabajadores sexuales, a quienes se pagaban sumas considerables. Estos encuentros podían extenderse por días, llegando hasta cuatro el más largo, y se desarrollaban en la intimidad de habitaciones de hotel oscuras, donde Combs controlaba meticulosamente todos los aspectos, incluyendo la aplicación abundante de aceite de bebé en los cuerpos de los acompañantes para lograr el aspecto “brillante” que él deseaba.
Sean Combs ha mantenido su declaración de inocencia ante todas las acusaciones. La fiscalía busca presentarlo como el líder de una organización criminal dedicada a la explotación de mujeres, mientras que su defensa admite su carácter “violento”, pero niega rotundamente su implicación en tráfico sexual. De ser declarado culpable, enfrenta la posibilidad de una cadena perpetua.