En los muros del Vaticano resuena un viejo adagio: “Entras a un cónclave como papa, sales como cardenal”. Esta sentencia encapsula la naturaleza impredecible y espiritualmente guiada del proceso para elegir al Sumo Pontífice, el vicario de Cristo en la Tierra. Lejos de ser un mero concurso de popularidad, la elección papal es un acto trascendental liderado por los príncipes de la Iglesia, los cardenales.
No obstante, la tradición humana siempre proyecta figuras con potencial para ascender al trono de San Pedro. Estos “papables” llegan al cónclave investidos de ciertas cualidades que los sitúan en la palestra de las posibles elecciones. Si bien cualquier varón católico bautizado es técnicamente elegible, la historia reciente, desde 1378, ha reservado esta altísima responsabilidad a los miembros del Colegio Cardenalicio. La elección exige una mayoría cualificada de dos tercios de los votos de los cardenales electores, aquellos menores de 80 años. Un factor determinante en el próximo cónclave es la composición actual del colegio cardenalicio, donde la gran mayoría de los electores fueron designados por el Papa Francisco, hombres que en su mayoría comparten sus prioridades pastorales, lo que sugiere una inclinación hacia la continuidad más que hacia una ruptura radical.
Cualquier intento de anticipar o manipular el resultado debe confrontar la historia reciente. Jorge Mario Bergoglio, el actual Papa Francisco, no era considerado un favorito en 2013, percibido por algunos como demasiado mayor con sus 76 años. De manera similar, Karol Wojtyla no figuraba en las listas de posibles sucesores en el cónclave de 1978, que culminó con su elección como Juan Pablo II.
En el horizonte de la sucesión de Francisco, varios nombres emergen como posibles contendientes, cada uno con su propio bagaje y trayectoria dentro de la Iglesia:
- El experimentado europeo: Cardenal Peter Erdo. El arzobispo de Budapest, con su doble mandato al frente del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas, goza de un amplio reconocimiento entre el influyente bloque de cardenales europeos. Su participación en eventos vaticanos clave y sus contactos con líderes africanos lo sitúan como una figura central.
- El reformista alemán bajo escrutinio: Cardenal Reinhard Marx. Como asesor cercano del Papa Francisco y ex líder de la Conferencia Episcopal Alemana, Marx ha sido un defensor del controvertido “camino sinodal” alemán, un proceso de diálogo sobre temas sensibles que genera tanto apoyo como escepticismo entre los conservadores. Su oferta de renuncia por los escándalos de abuso en Alemania, rechazada por Francisco, añade una capa de complejidad a su perfil.
- El influyente selector de obispos: Cardenal Marc Ouellet. Durante más de una década, el cardenal canadiense dirigió la oficina vaticana encargada de la selección de obispos a nivel mundial. Su continuidad en el cargo bajo Francisco, a pesar de haber sido nombrado por Benedicto XVI, subraya su capacidad para identificar prelados con sensibilidad pastoral. Aunque más conservador que Francisco en algunos temas, su conocimiento de la Iglesia latinoamericana y su reciente labor investigando encubrimientos de abusos le otorgan una perspectiva única.
- El diplomático de continuidad: Cardenal Pietro Parolin. El actual Secretario de Estado del Vaticano representa la continuidad del legado de Francisco, aunque con un estilo más sobrio y diplomático. Su experiencia como veterano diplomático y su conocimiento de la Iglesia latinoamericana son puntos a su favor. Sin embargo, su vinculación indirecta con un escándalo financiero en Londres podría empañar sus posibilidades.
- La voz conservadora africana: Cardenal Robert Sarah. El cardenal guineano, ya retirado de la jefatura de la liturgia vaticana, encarna la esperanza de un papado más dogmático y litúrgico, alineado con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sus conocidas diferencias con Francisco, especialmente en temas como el celibato sacerdotal, lo convierten en una figura polarizante.
- El académico con apertura: Cardenal Christoph Schoenborn. El arzobispo de Viena, discípulo de Benedicto XVI, posee la agudeza doctrinal para atraer a los conservadores, pero también ha defendido la apertura de Francisco hacia los católicos divorciados. Su experiencia personal con el divorcio y su apoyo a las uniones civiles y al diaconado femenino lo sitúan como una figura de diálogo.
- El posible primer papa asiático: Cardenal Luis Tagle. El arzobispo filipino, trasladado por Francisco a Roma para liderar la evangelización misionera, representa una posible apertura hacia la periferia global de la Iglesia. Su carisma y experiencia pastoral, vaticana y administrativa son notables, aunque su relativa juventud podría ser un factor en contra.
- El “cura callejero” cercano a Francisco: Cardenal Matteo Zuppi. El arzobispo de Bolonia, vinculado a la influyente Comunidad de Sant’Egidio, comparte la sensibilidad de Francisco hacia los marginados. Su papel como mediador de paz y su cercanía al pontífice actual lo convierten en un candidato de continuidad progresista, aunque su juventud también podría ser un obstáculo.
El cónclave, por su propia naturaleza, es un crisol de influencias, prioridades y la búsqueda de la guía divina. Los “papables” llegan con sus fortalezas y debilidades, pero la historia ha demostrado que el Espíritu Santo a menudo sopla donde menos se espera. La elección del próximo sucesor de San Pedro es un misterio reservado a los cardenales electores, un proceso donde las dinámicas internas y la voluntad divina se entrelazan en la búsqueda del nuevo líder de la Iglesia Católica De manera muy similar a cómo las últimas noticias en Sacramento reflejan una mezcla de influencias locales y desarrollos significativos que dan forma a la comunidad.